LA JUVENTUD Y LA MADUREZ
La etapa juvenil, que podríamos considerarla extendida entre el apaciguamiento de la ebullición puberal, hacia los 18 años en los varones y hacia los 16 en las hembras, hasta la madurez, entre los 22 a los 26 años en los varones y entre los 20 a 24 en las hembras, se caracteriza por una progresiva independencia en el aspecto económico y en la iniciativa y responsabilidad de los actos y por la transformación de los criterios.
El joven tiene que enfrentarse con una mayor complejidad de todos los antiguos problemas, y además:
– Con la preparación para afrontar la lucha en el terreno profesional. Durante la adolescencia y pubertad el problema profesional se enfoca más bien desde un punto de vista vocacional. de orientación mediante la interpretación de las propias tendencias y necesidades a que dan origen los impulsos, las aficiones y aptitudes. En la juventud, continúa este tanteo, pero en él. El sujeto se acerca cada vez más a la realidad. Es todavía una preparación. Se está maduro profesionalmente cuando se ve claro y se toma conciencia de la profesión.
– Con el problema de construir una nueva concepción de la vida y una filosofía personal que sea al mismo tiempo síntesis de todas sus experiencias y tenga la coherencia y adaptabilidad necesaria para poder interpretar el mundo y servir de base positiva a la postura personal ante su pasado y su futuro.
– El complejo de problemas que implican el abandono del domicilio de sus padres y el establecimiento de una nueva familia: encontrar consorte, medios económicos suficientes, etc.
– La tensión sexual alcanza su punto culminante en la fase de la juventud, haciendo por lo mismo más necesaria la orientación, tanto más cuanto que hoy, debido a la complejidad de la sociedad, resulta más difícil el ajuste del individuo y aumentan las exigencias que se le plantean, retrasando la edad en que contrae matrimonio, con lo que se alteran también la duración del noviazgo, el tipo de relaciones mutuas, los proyectos que dependen de la solución que se dé al problema profesional, así como el número de hijos.
La atracción sexual genérica en la pubertad, se concreta ahora en una persona determinada, con la que se mantienen relaciones constantes y exclusivas, estabilizándolas con el contrato matrimonial.
«En la gran mayoría de los casos el matrimonio es cuestión interna de un mismo grupo, es decir, las dos partes contrayentes tienden a ser de la misma raza, nacionalidad, religión y estado socioeconómico» (Davis y Reeves).
Hasta tal punto que parece ser que el 50% de los matrimonios se contraen entre individuos que habitan en un mismo barrio y un 25 % por parejas cuyos domicilios no distan entre sí más de cinco manzanas o bloques de casas.
Es interesante y curioso a este respecto la encuesta de Adams en la que un número de solteros y solteras obtuvo en sus respuestas el siguiente porcentaje; a esta pregunta: «¿Qué espera usted del matrimonio»?, contestaron:
SOLTEROS
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SOLTERAS
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Compañía 40 %
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Amor 33 %
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Reducción de tensión 30 %
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Seguridad 27 %
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Amor 30 %
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Compañía 20 %
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Hijos 10 %
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Hijos 11 %
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Hogar 5 %
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Reducción de tensión 9%
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Y según los resultados de Vail y Stault, las cualidades que ambos sexos prefieren en el consorte son:
– Carácter moral.
– Semejanza de intereses.
– Inteligencia.
Según Cattell, las personalidades defectuosas tienden a quedar excluidas del matrimonio, por ejemplo los individuos emotivamente inmaduros o defectuosamente integrados, los delincuentes, las personas con tendencia histeroide, etc. Este hecho hace ver un proceso selectivo en la vinculación conyugal. Según el mismo autor, existe también un proceso clasificador, por el que tienden a unirse matrimonialmente parejas que pertenecen a un mismo grupo de promedio de cualidades y condiciones, aproximándose a una correlación en torno a 0,50 respecto a la mayoría de las cualidades: estatura, peso, salud, inteligencia, nivel cultural, grado y tipo de educación, intereses, tendencias comunicativas y expansivas, etcétera; y sólo se exceptúan ciertos rasgos, como la tendencia dominante o sumisa, en la que la correlación se aproxima más a una complementación que a una semejanza.
Lo expuesto es más una problemática propia de la juventud que una descripción de las características de esta fase de la vida. Sin embargo la juventud es la época de la solución de los principales problemas que se plantean al individuo para el resto de su vida.
Afortunadamente el joven se halla con todas sus energías al máximo de su rendimiento, lo que le sitúa en las mejores condiciones para resolver con las mayores probabilidades de acierto dichos problemas, aunque, de hecho, la experiencia demuestra un alto porcentaje de errores.
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